La necesidad de que las humanidades orientaran la cultura nos unió en torno a una misión: Hacer una universidad, pero una universidad en serio. Para construir la universidad de raíz necesitábamos de las humanidades. Unas humanidades que, entrando en diálogo con las ciencias, las transformaran, haciéndolas profundamente humanas. Por eso, desde el primer momento, los planes de estudios contemplaron la formación humanística de manera transversal.
Así, desde el estudiante de medicina al de arte, podrían comprender su ciencia como búsqueda de la verdad del ser humano, del mundo y de la existencia y así generar una medicina y un arte centrados en la persona.
Este diálogo de las ciencias con las humanidades fue generando una verdadera comunidad de personas que miraban la realidad de una manera distinta, un testimonio provocador para otros.